jueves, 26 de septiembre de 2013

La vida es juego


 
Seguramente esta es una de las novelas que más he disfrutado escribiendo porque me ha permitido crear un pueblo imaginario en plena Mancha llamado París de Abajo, donde su historia, tradiciones, cultura o política están vinculadas al otro París, aunque sin renunciar a su esencia manchega.
      La idea surgió cuando empecé a escribir una obra de teatro para que la pudiera estrenar un grupo aficionado que me había invitado a la representación que hicieron en Villacarrillo de una de mis obras. Al pensar en lo que lleva a la formación de los grupos de teatro aficionado me di cuenta de que la necesidad de terapia es tanto o más importante que el deseo de hacer teatro.
       En el momento en que uní a una serie de personas que sufren diversos problemas en un entorno tan particular como París de Abajo y en plena crisis, tuve muy claro que tenía material suficiente para escribir una novela tan emotiva en cuanto a los sentimientos de los protagonistas, como esperpéntica y divertida por el entorno.
       El punto de partida es la llegada al pueblo de Roberto Medina, un funcionario de correos y director de teatro aficionado que huye de una tragedia causada por aquello que más ama. Por otra parte, tres mujeres muy diferentes que tienen graves problemas que las atormentan deciden crear un grupo de teatro aficionado confiando en que el trabajo en equipo les pueda servir como terapia para superar sus problemas. El cura del pueblo desde hace algún tiempo tiene más vocación de autor de teatro que de captar fieles para su parroquia, y tiene una obra escrita donde plantea el proceso de creación de El Quijote y los conflictos de los personajes con el autor.
      La necesidad de esas mujeres poco amantes de la Iglesia de encontrar un texto y un director les lleva a ponerse en marcha para buscar el resto del elenco que quieran representar La quimera de Alonso y Sancho.
      Un tractorista amante de la astrofísica que quiere exponer su principio cósmico; un empleado municipal que se empeña en recuperar el viejo teatro en ruinas después de que nunca se hiciera la prometida casa de cultura; y un empleado de banca que se encuentra solo en el pueblo se suman a un proyecto que les llevará a emprender una aventura como nunca habían soñado, contado con la oposición de un grupo de beatas que vela por la moral del pueblo y que se opone a que el cura se relacione con impíos.
      En el fondo se puede definir como una historia coral donde la lucha de los que no quieren que la crisis los deje sin futuro provoca una revolución.
      La vida se compone de muchos juegos en los que tenemos que participar, algunos son hermosos, pero la mayoría son muy complejos y abundan los tramposos. El teatro es uno de los más bellos porque permite conocer y enfrentarse a muchas vidas.

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El barbero de Wisconsin


Es la primera vez que empiezo una de mis novelas por el título. Ese título apareció en mi mente una soleada mañana de primavera de 2011 cuando iba corriendo por el campo, en uno de esos momentos en que parece que estoy soñando y que puedo detener el sueño en cualquier momento.  El título me sonó bien y empecé a pensar en todo aquello con lo que podía asociarlo. Entonces recordé la vieja barbería a la que acudía durante mi infancia en Torralba a que me cortaran el pelo. Entonces no me gustaba porque el barbero se lo tomaba con demasiada calma y estaba más pendiente de lo que ocurría en la calle, pero con el paso de los años ese recuerdo es mucho más generoso al evocar el olor a las lociones de afeitado o a Barón Dandy, a ver cómo preparaba la espuma de afeitar en un pequeño cuenco de metal o cómo afilaba la navaja pasándola sobre el cuero bien tensado antes de rasurar a alguno de los hombres que preferían el afeitado de barbería.
      No quería escribir una historia ambientada en esa época, pero sí me interesaba cómo ese barbero había llegado a la actualidad, y apareció el personaje de Gregorio, un viejo barbero enfermo que sigue acudiendo todos los días a su barbería porque no sabe estar en otro sitio, y donde atiende a los pocos amigos que van a hacerle un rato de compañía mientras evoca su única pasión: el cine, las muchas películas que vio en el cine del pueblo, y que le sirvieron para viajar por todo el mundo, a pesar de que nunca salió del pueblo. De ahí que se hubiera hecho un cartel en madera imitando a los de los salones de las películas de oeste donde había escrito: El barbero de Wisconsin.
       A medida que el personaje de Gregorio iba tomando forma, comprendí que no podía ser el protagonista de la historia, aunque sí el eje sobre el que rotara la novela. Entonces apareció el personaje de Laura, una joven periodista que trabaja como becaria en un periódico de Ciudad Real y que acude a la barbería porque un fotógrafo le ha hablado de un extraño barbero que inventa curiosas historias que cuenta a sus clientes mientras les corta el pelo.
       En el momento que uní a los dos personajes supe que la historia iba a funcionar, y que la figura de Gregorio sería decisiva en la evolución personal y profesional de Laura en la que realizará un largo viaje en tiempos de crisis que la llevará por Madrid, Londres, Edimburgo y Menorca, sin olvidar nunca Torralba y teniendo siempre en el horizonte Wisconsin.   
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miércoles, 17 de octubre de 2012

Una puerta en la niebla

Aunque no es mi última novela escrita porque hay otras dos posteriores que aún no están publicadas al estar pendientes de la resolución de algunos premios literarios, Una puerta en la niebla es la última obra que por ahora incluiré en este blog.
            Surgió de la unión de varias ideas con un paisaje que recordé y que en el momento en que lo vi no me provocó demasiado interés. Quería escribir una historia actual que entroncara con una antigua leyenda, y pretendía situarla junto al mar porque quería que un faro se convirtiera en un lugar muy importante de la historia porque siempre he sentido especial debilidad por esos edificios. Repasé todos los lugares de costa que conocía y entonces recordé un viaje que había hecho a Mallorca a finales de 2008. Revisé las fotos que guardaba de lo que había visto y pensé que Capdepera podría tratarse de un buen lugar para ubicar la historia porque en muy poca distancia estaba el pueblo con el castillo en lo alto, Cala Rajada y el faro, además de numerosas calas.  
            Como no conocía la historia de aquel lugar, y tenía trascendencia en la novela, a pesar de que se tratara de un texto de ficción, me fui unos días a Mallorca para documentarme y para pisar el terreno donde la iba a ubicar, aparte de hacer fotos de todos los rincones que podrían ser útiles como localizaciones. Al pisar el castillo y al caminar por la noche entre el faro y Cala Rajada la historia comenzó a fluir, hasta el punto de que en seis meses la tenía prácticamente acabada a falta de pulir algunos detalles. Entonces decidí volver a Capdepera para comprobar si lo que había escrito encajaba con el entorno. En ese viaje tuve la fortuna de conocer a Pedro, el farero, y tuvo la generosidad de enseñarme el faro, además de contarme algunos episodios que le habían ocurrido durante las tormentas y tempestades. Lo que él me contó y lo que vi me sirvió para cerrar esta novela donde se funden la fantasía con la realidad al plantear la posibilidad de mundos paralelos.
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jueves, 11 de octubre de 2012

Los colores de Atila

Esta novela nació al tratar de recordar un sueño, pero sólo logré intuir la pared de una iglesia pintada con un grafiti de tres colores, y no pude recuperar nada más. Entonces pensé en quién podría tener motivos para pintar un grafiti en la pared de una iglesia, y opté por alguien que había tenido una mala experiencia con el clero durante su infancia.
            Parece muy poco material para escribir una novela de más de 300 páginas, pero no necesitaba más para empezar a hacerme preguntas a las que buscar las respuestas. Por entonces estaba escribiendo otra novela, que inmediatamente dejé aparcada, sin que hasta la fecha la haya recuperado y dudo que algún día la retome.
            Tras crear el personaje de Atila, un albañil tan fuerte entre los hombres como reprimido y huidizo ante las mujeres, necesitaba un contrapunto porque no quería centrarme exclusivamente en su historia, y pensé en una famosa presentadora de televisión que reniega de un trabajo que se nutre del morbo porque desea llevar una vida más tranquila y dedicada a la literatura después de obtener un valioso premio con su primera novela.
            A partir de eso tenía que buscar la forma de que sus vidas tan opuestas se fueran acercando hasta que se produjera el conflicto. El hombre que supone el origen del mal para Atila y del que desea vengarse, un alto cargo de la Iglesia, fue determinante en la formación de Laura y es considerado como un miembro más de su familia.    
            A la hora de contar la historia elegí un narrador omnisciente combinando la novela policiaca con el proceso de aprendizaje y creo que es una de las novelas más sólidas que he escrito, quedando finalista del Premio de Narrativa de Cuenca en 2011.
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martes, 9 de octubre de 2012

En la orilla del Aqueronte

Con esta novela hago mi primera incursión en la ciencia ficción, aunque estoy lejos de plantear mundos fantásticos o seres de otras galaxias. La historia se desarrolla en Madrid en la actualidad, y la hipótesis que plantea sobre la posibilidad de alterar el funcionamiento de la mente de las personas puede que no esté muy lejos de la realidad. 
            Tampoco tengo muy claro cómo surgió esta novela. Quería hacer algo muy diferente a lo que había escrito hasta entonces, y apareció esta historia en la que una psiquiatra especializada en el proceso de sugestión de los terroristas suicidas es contactada por un policía que está investigando varios crímenes absurdos que se han dado en la ciudad en muy poco tiempo, y juntos empiezan a seguir una vía que les lleva a un territorio sin retorno porque desvelar lo que sospechan puede ser mucho más peligroso que los propios crímenes.
            En cuanto al título, le di bastantes vueltas hasta que reparé en el significado del río Aqueronte en la mitología griega, y pensé que es el lugar desde el que la psiquiatra está contando la historia, en esa frontera que separa los vivos de los muertos.
            En esta obra me planteo un tema que me inquieta, y es el del uso que muchas veces se da a los descubrimientos científicos. Los avances son necesarios y no hay que limitar la inteligencia humana. El problema radica en que es mucho más fácil hacer negocio con la destrucción que con la construcción.  
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jueves, 4 de octubre de 2012

Las manos prestadas

Si como autor tengo que defender a todos mis libros como si fueran hijos, hay algunas historias por las que siento una especial debilidad, y Las manos prestadas es una de ellas por varios motivos. El primero es porque la historia nació en tiempo de crisis, cuando temía que se me hubieran acabado las ideas brillantes. Ese es un temor que nunca desaparece del todo, y siempre queda la duda de que toda historia pueda ser la última, sobre todos cuando no tienes otro proyecto en marcha. Tras la dura lucha mantenida con Olvido 27 me había quedado vacío. Hay que tener en cuenta que el proceso de creación de una novela es muy diferente al de una obra de teatro o un cuento, al menos en mi caso. Con la novela tengo una idea de la que parto, una meta aproximada a la que quiero llegar y algunos lugares de paso, pero es imposible abarcar toda la historia cuando se está gestando. En cierto modo es como un inmenso laberinto que tiene muchas salidas, y cada bifurcación te lleva a una diferente, y solo una de ellas es la buena. El proceso de completar el camino difícilmente lleva menos de un año, y cuando lo emprendes debes estar convencido de que merece la pena, y preparado para enfrentarte a todas las trabas que surjan, ya sean de la propia historia o de tu vida personal.
Desde el momento que imaginé la relación de un muchacho pobre y desdichado con un rico barón que quiere convertirse en escritor bohemio, supe que el camino iba a merecer la pena, aunque no de la forma en que finalmente ocurrió porque el desenlace que imaginé al principio se convirtió en el fin de la primera parte de la historia. Cuando tenía muchas dudas sobre cómo continuar me pasó algo extraño. Uno de los personajes me pedía que le dejara convertirse en narrador de parte del relato, lo que entraba en conflicto con el resto de la historia. Hice la prueba de narrar el principio de la segunda parte cambiando de voz, y eso  me proporcionó la clave para que las piezas encajaran y pudiera dar la dimensión real del protagonista, el proceso que sigue desde sentirse un miserable que lo ha perdido todo hasta convertirse en un héroe.   
En esta novela aparece una de las citas de las que me siento más orgulloso y que le dice el barón a Crisanto cuando se siente hundido: «No te asustes de las quimeras, asústate de aquellos que te nieguen el derecho a imaginarlas. Este mundo no sería posible sin lo que soñaron lo imposible y se pusieron manos a la obra». Cuatro años después de escribirla creo que las palabras del rey pidiéndonos que nos dejemos de quimeras en tiempos de crisis le otorgan una mayor vigencia porque en esta guerra que estamos viviendo entre ricos y pobres las quimeras son más necesarias que nunca para no sentirnos avasallados por los dueños del dinero. Y precisamente esa es la lucha que emprende Crisanto por amor hacia las personas que lo han convertido en hombre, lo que también tiene que ver con mi propio proceso como escritor.
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lunes, 1 de octubre de 2012

Olvido 27

Esta novela fue una de las primeras que comencé, pero entonces suponía un reto muy ambicioso en el que varias veces me quedé bloqueado, por lo que otras novelas se fueron colando y continuamente la iba dejando aparcada. Con esto digo que yo no elijo lo que quiero contar en cada momento, sino que son las historias las que me imponen su ritmo.
Nació de una frase que casi todo hemos pronunciado: «Si las paredes hablaran». En esta novela hablan porque es un edificio el que cuenta su historia y la de los vecinos que lo han habitado durante más de treinta años, los correspondientes a la transición española. Se trata de un pequeño edificio de un barrio obrero en una modesta capital de provincias, donde ninguno de sus habitantes ha vivido grandes historias, aunque todas las familias tienen dos caras, una es la que se muestra de puertas afuera y otra muy distinta en el interior de la vivienda.   
La fórmula narrativa está relacionada con Memorias de un paraguas porque la voz corresponde a un objeto al que atribuyo capacidades humanas, pero me resultó mucho más difícil de escribir por la amplitud de personajes y por la logística que exigía. El edificio cuenta con dieciséis pisos y dos locales comerciales, por lo que tuve que hacerme planos con la distribución del bloque, y al desarrollarse durante más de treinta años, en bastantes de los pisos hubo cambios, aparte de la evolución de las familias que seguían. Me encontraba con tal volumen de información que me resultaba casi imposible dosificarla para que hubiera cierto equilibrio, y pensaba que para los lectores sería mucho más compleja de seguir. A esto hay que añadir que al tratarse de la narración de un edificio, los diálogos prácticamente no existen, lo que para mi suponía una dificultad añadida.
Después de muchos arranques y abandonos, corría el riesgo de que se convirtiera en mi novela maldita y nunca la terminara, por lo que después de terminar Qal’at rabah decidí emplearme a fondo para ver si era capaz de acabarla, y finalmente encontré una fórmula que me permitió completar mi novela más larga en 2008. 
Tal y como suponía es una de las novelas que cuenta con menos lectores, quizás por su considerable tamaño o porque no la supe hacer más atrayente. Sé que ahora no me enfrentaría a un reto como el que asumí en su momento, pero se trató de un aprendizaje muy útil para posteriores trabajos.        
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